Azota la tormenta

El relámpago tumba,

con su luz, la noche.

La lluvia,

apremiada a cantar,

olvida su copla. 

Se desata la tormenta, 

el rayo deja una tarja

en el corazón, piedra viva 

de ausencia perenne. 

Ella, 

desnuda sobre las sábanas,

a duermevelas, inmóvil,

ve pasar tantos años

de olvido y desaires.

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Los amigos de siempre

De la sombra silenciosa asoman los ojos 

de una mariposa que, fielmente, me regala

la rosa verde que ilumina los ventanos 

de la morada vacía en invierno.

Con dos copas de daiquiri y malvasía

vuela por encima del Atlante 

para brindar con los amigos de siempre.

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Recorro tus cañadas y lomas turgentes

Recorro tus cañadas y lomas turgentes

como guirre hambriento cogido de ternura

en busca de exquisita carroña jugosa. 

Voy como la abeja que sueña con libar 

esos néctares blancos de almendros precoces.

Soy el mago que se pasa la vida 

sorribando el suelo de lava y tu húmedo surco

para multiplicar nuestros perfiles

más allá  de este mar y su horizonte.

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Mediodía

Camino de la noche, un desfile

de ratas sonámbulas pasa

por delante del sol pálido. 

Es el mediodía de un verano, 

calimoso, como aquel de Juan El Chino. 

A la hora del crepúsculo,

una luna insolente recibe al cortejo 

con ojos lejanos. Sentado en una silla,

con su abanico, Óscar Domínguez 

imagina un cuadro

sobre la culpa desnuda. 

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Azora el por hacer

Azora el por hacer,

lo no intentado.

Desde el silencio,

me gritan 

las flores en descuido,

el vino agrio.

Mi mente 

merodea  entre cuartillas 

que termino arrugando, 

con la nada y el silencio.

La nada y el silencio. 

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Los derrumbes de la tarde

Los derrumbes de la tarde

anuncian una noche azul,

y tus grandes ojos, 

con otros ojos airados,

escrutan y tientan  mi silencio. 

Pero mi cuerpo, debajo  del tuyo, 

reposa en tierra firme, 

morada de antiguos y poderosos grillos 

que entonan, en coro, 

el sentido canto del arrorró. 

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Tu melena en el adiós

Tu melena en el adiós 

bailaba con el viento,

y al azotar mi rostro

como una esquirla,

sajó el aire adolescente.

La herida es el poema 

que duerme en esa playa. 

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Lonely girl

La autómata. Edward Hopper

La muchacha solitaria 

busca otra claridad.

 En una taza de café 

se ahoga 

algo que encierra 

un cierto parecido 

con la magua. 

Sentada, en una pecera de luz, 

a su espalda, el amor 

y la calle están oscuros.

Acaso sus ojos 

no los quieran ver.

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Night owls

Noctámbulos. Edward Hopper

Los búhos comparten 

la melancolía azul de su soledad 

alrededor de una barra,

en la ínfima burbuja luminosa

de la ciudad lóbrega 

de tantos abrazos relegados.

Sus miradas esquivas 

se pierden,

entre la bruma espesa y lánguida 

del pensamiento errabundo. 

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You, so alone…

Habitación de hotel. Edward Hopper

No lo sabes:  te observo por la cerradura

con el sigilo del búho que acecha a su ardilla.

Como una luna olvidada en vísperas de muerte,

 te veo, tan sola, tan triste,

y la mirada perdida en el papel,

ya amarillo de palpo y tiempo,

en el que te escribí mi primer poema

con fragancia a retama y albahaca.

Tus maletas a medio (des)hacer exploran

una salida entre caminos cruzados:

seguir, quedarte, volver a los tiempos

del primer poema… Pero no hay regreso, amor,

aunque podríamos inventar un retorno 

a nuestro viejo mar de piedra. 

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