
Desde mayo hasta marzo
pongo sitio
al calendario y sus ferias
para resguardar los abriles
de las lluvias,
del gélido frío,
que, desde los cuatro vientos,
amenazan con afanar
su carnaval de sexo y alcohol
a destajo. Y al acabar el día,
con esencia de olíbano,
la fervorosa procesión de un fustigado en aspa
que regresa triunfante de la muerte.
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