El sol en el espejo

La mísera casa de pensión, ¿recuerdas?

El sol penetraba por la ventana

para besar la luna

del espejo, en el pasillo.

Yo, en mi estancia, con el oboe, 

componía la más dulce canción, para ti

mujer de enigmático encanto,

quimera inasequible.

Pensaba entonces. 

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Caligrama canarii

Qué misterio esconde

esta geometría canarii,

fractal que acaso sea

el ojo de Achoran

que todo lo ve.

O, quizá, son mis brazos

rodeando tus hombros.

O, tal vez, tu surco húmedo

que con ansia  me reclama.

O, en fin, tu vientre

donde nuestro milagro

se hace vida.

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Múltiples encantamientos

Hurtó, la pandemia de tracoma,

la experiencia de la luz

y tus múltiples encantamientos,

diva Leyla Fernández,

se desvanecieron.

Hasta tú creíste ser puro aire,

cuando ya no pudiste más

admirarte en el espejo, diva.

Leyla, sólo eres 

el nimio destello 

del vacío. 

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Entre las patas de las sillas

Caribea y Porce emergen del agua

enviadas por los dioses viejos, para castigar

al clérigo francés Benoit Martin

por coquetear con la nada y el absurdo.

Se le acercan reptando, y lo enredan

entre las patas de las sillas.

Ascienden por su cuerpo, le clavan 

su mirada de odio inyectada en sangre. 

Le escupen Humillados y ofendidos, 

La peste, Crimen y castigo, El extranjero…

Un enjambre de ratas y serpientes lo devoran.

Al despertar de la pesadilla, se busca.

Pero ya no es. 

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Graciela y el gato de Schrödinger

En algunos momentos perdidos, 

lejos de su laboratorio, Graciela Pereira 

piensa en Schrödinger y su gato 

junto al río Tacuarembó.

Se pregunta

cuándo será el día en que sus ojos 

verán por última vez la luz

del sol y sus horrores.

Y quién besará su frente,

tomándola de la mano,

cuando su voz transite

hacia lo negro y  el silencio.

O, tal vez, hacia este otro mundo 

paralelo desde donde, con jolgorio, 

el minino recita

este festivo poema. 

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Enero, otra vez, un río

Enero, otra vez, un río

y su discurrir gélido

mordiendo el aire y el rostro 

del  aspirante a poeta Mathis Huber.

Pero los febreros, esta vez,

no prometen luces efímeras 

ni besos, siquiera con desaire.

Sólo fechas desvencijadas,

un pasar de soledades vacías.

El calendario del hombre:

un corredor oscuro

del que no escapa la magua

ni el silencio. 

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Anda el duende

Anda el duende, divertido.

Saltimbanqui,

entra, sale,

de aquí para allá.

Con sus travesuras,

sin saber cómo,

busca su saber.

Pregunta, escudriña,

por el misterio del encanto,

por el encanto del misterio.

Pero nada, 

en la nada, anda el duende. 

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