
Donde habito,
de cada pétalo
de flor de mayo,
nacen caracolas cantarinas
que corren tras estrellas de mar,
buscando amores azules,
por los senderos
de una degollada.
Donde habito
las tormentas nocturnas
escupen lágrimas de cristal,
que iluminan los rostros ocultos
en el fondo de cuevas,
talladas por el silencio.
Donde habito
nada es lo que parece,
ni mi rostro. Tal vez
sea el espejismo improbable
de un ensueño, si acaso.
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