Camino a casa

En la noche, la luz se hace cenizas.

Solitario, camino a casa  

entre tabaibas que destilan veneno 

y aulagas que el alisio acarrea 

por calles y dunas de jable. 

El desierto me persigue, 

va conmigo en silencio desdeñado. 

Nadie me sale al paso, sombras 

fantasmales se cruzan sin verme. 

Sólo algunas bocas golosas intuyen 

cierto aroma a dulce de guayaba. 

Atrás quedó mi ausencia,

tras una cortina de vino,

escondida en el bochinche.

©️Este texto está inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual.

La cartera

  El personal tenía una actitud conmiserativa con Jorge y sus delirios en aquel hospital con paredes blancas y acolchadas. Sus historias sorprendían por su creatividad y por la seguridad al contarlas. 

     Relataba, sin dudas ni contradicciones, cómo había estado en varios mundos a la vez, sin espacio ni tiempo, viviendo varias realidades paralelas diferentes, viendo a sus conocidos, tanto a los vivos como a los que se tenían por muertos.    

    — Todos tenían los rostros actuales y otros rostros y eran luz a la vez y vivían en este y en otros mundos.  Ni la muerte ni  el espacio ni  el tiempo, nada es como pensamos. Formamos todos parte de un gran proyecto universal   que ustedes no alcanzan a entender —clamaba Jorge en voz alta—.  Yo sí, lo descubrí en el Solsticio de Invierno de la cueva de Las Brujas, tal y como me indicaba en el papel que venía en una cartera negra que me encontré, hace unas noches, por fuera del contenedor que está frente a mi comercio en La Isleta. Indagando quién era el dueño de la cartera, descubrí que había muerto en accidente de tráfico el mismo día y casi a la misma hora en que yo nací. 

     —¿Y dónde tiene o dejó esa cartera, Jorge? —preguntó el neuropsiquiatra.

     —En el bolsillo derecho de mi pantalón.

   —Disculpe, Jorge, pero en su pantalón no hemos encontrado ninguna cartera o papel. Venga, tómese estas pastillas para que descanse y ya verá que, después de un buen sueño, se encontrará más relajado. 

      —¡Oiga, que yo no estoy loco!

      —Por supuesto que no. Nadie lo dijo. Pero, a veces, el cuerpo nos pide un reposo para recuperarnos del agotamiento en el trabajo y la familia. Unos días de sosiego le vendrán de maravilla, Jorge. A ver, déjeme ver la herida en la cabeza… Bien, a pesar de la fortísima conmoción por el golpe, va bien.

     —¿Pero por qué no me creen? —preguntó Jorge antes de volver a caer en otro profundo sueño. 

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7 de abril

   Hoy, 7 de abril,  nuestra nave tocó suelo en algún punto del planeta Tierra cuyo nombre desconocemos. El Modem Integrado del Laboratorio Espacial Inteligente (MILEI) y la Plataforma Espacial Reglada del Orden Neuronal (PERON) sólo nos indican que es un maravilloso gran manicomio al aire libre. De momento, tomando como referencia el emplazamiento donde estuvimos el mes pasado, lo llamaremos Territorio Occidental del Uruguay

   El MILEI y el PERON dicen que hoy es uno de los dos  días nacionales de la zamba y que estamos en la zona norte donde se salta mucho o que se llama Salta. Todavía se está procesando la información. Oímos hablar a la gente y se expresan raro. Para pedir un líquido llamado vino, no lo piden de forma sencilla y directa, sino…

   —Buen día, don Juan, gusto de verlo. Don Juan, quería saber si tiene encerrado en el oscuro vidrio de la damajuana el arisco embarazo de la parra convertido en vino para que se me vuelva la garganta y se me trepe y se me vuelva  canto.

   Se encurdan igual, pero hay que reconocer que suena más poético. 

   Llega la primera información. Esto de la zamba es un género musical y de baile muy extendido por todo el territorio. Parecido a zamba es zambo, humano mezcla de los primeros nativos de este continente con los humanos de piel muy oscura traídos como esclavos desde el otro lado del mar que ellos llaman Atlántico.  El más conocido es el zambo Manuel, de quien se cuenta que para aliviar su amargura de amor se pasa la noche moliendo café, un líquido también muy amargo. Igual es que por aquí la amargura se quita con más amargura. Habrá que investigarlo. 

   Por lo que podemos comprobar, la zamba es una composición musical que consta de dos partes simétricas, estando compuesta cada parte por una introducción instrumental, por lo general, con guitarras, pero también con bandoneón, violín o piano, dos estrofas y un estribillo.

Antes de empezar esta introducción instrumental, uno de los cantantes suele decir Primera o algo muy similar como Se va la primerita. Entonces, cada hombre que va a bailar coge de lado a una mujer de la mano con el brazo flexionado y elevado a la altura de la cintura. Dan una vuelta circular juntos hasta quedar frente a frente: todos los hombres por una parte y todas las mujeres enfrente.  

Cuando está terminando este inicio instrumental, uno de los cantantes dice Adentro para que los bailadores, un hombre y una mujer, comiencen  a bailar. Después del Adentro, al grupo de instrumentos se une el bombo, que representa el latido del corazón de la Pachamama, la Madre Tierra. 

El baile comienza con un giro de doce  pasos caminados de costado avanzando con el pie izquierdo que se cruza por delante del derecho que, a su vez da un paso de costado; otra vez el pie izquierdo pasa de lado por delante del derecho, avanza de lado también el derecho. En el paso ocho, hombre y mujer están frente a frente pero en el lugar intercambiado: el hombre está donde la mujer, y viceversa. 

  A continuación dan cuatro pasos que llaman de zamba para terminar la vuelta entera con un enrosque. Avanza el pie derecho apoyándose ligeramente de punta, luego pasa por delante el pie izquierdo, y el pie derecho que se queda atrás da un golpe con la punta en el suelo. A continuación, vuelve a abrir el pie derecho avanzando de punta, avanza el pie izquierdo y el pie derecho, que se quedó atrás, da un golpe con la punta del zapato en suelo. Al terminar el cuarto paso, queda cada pareja frente a frente como al inicio del baile. 

  El paso de zamba también se puede dar con el orden de salida de los pies cambiados: sale el pie izquierdo apoyándose en la punta, pasa el derecho por delante, el pie izquierdo que quedó atrás pica con la punta del zapato en el suelo, y así sucesivamente hasta formar un círculo y quedar frente a frente.  

  Una vez está la pareja frente a frente, con el hombre y la mujer cada uno en su lugar inicial, comienzan los arrestos. Cada uno sale por la izquierda dando un giro con cuatro pasos de zamba para volver a quedar cada uno en el lugar inicial, pero en el centro de la rueda, más cerca el uno de la otra. Luego, vuelven a salir pero por la derecha con cuatro pasos de zamba. Cada miembro queda en el punto inicial pero más alejado.  

   A continuación, dan media vuelta, saliendo por la derecha, con ocho pasos: cuatro caminados y cuatro de zamba para realizar el enrosque. Ahora cada pareja vuelve a estar más cerca. 

  Luego, hacen un arresto doble de dieciséis pasos saliendo por la izquierda. Dan un giro con cuatro pasos de zamba hasta colocarse frente a frente cada pareja. Posteriormente, hacen otro giro con cuatro pasos de zamba saliendo por la derecha hasta quedar frente a frente. Después otro giro de cuatro pasos   saliendo por la izquierda, y terminan esta parte con otro giro de cuatro pasos saliendo por la derecha, quedando cada pareja frente a frente con el hombre donde estaba la mujer al inicio, y la mujer donde el hombre. 

  Seguidamente dan media vuelta de ocho pasos saliendo por la derecha. Cuatro pasos son caminados con el pie izquierdo, que cruza por delante del derecho para luego avanzar el derecho. Tras los cuatro pasos caminados,  van otros cuatro pasos de zamba hasta realizar el enrosque y quedar en el centro con la pareja.  

Para el arresto de ocho pasos, se sale por la izquierda para realizar un giro con cuatro pasos de zamba. Luego, por la derecha, con otros cuatro pasos de zamba, cada miembro vuelve a la posición del inicio. 

  El baile termina con la media vuelta final de siete pasos saliendo por la derecha. Cada uno gira, saliendo por la derecha, dando cuatro pasos de zamba  hasta quedar en la posición contraria de cada pareja (el hombre donde la mujer y viceversa). Y, por último, cada miembro da tres pasos caminados hasta encontrase con la pareja en el centro de la rueda. 

   A lo largo del baile, los tocadores van dando indicaciones  a los bailadores, Así, como ya dijimos,  antes de comenzar la introducción instrumental, uno de los cantores dice Se va la primera para que cada pareja dé una vuelta, normalmente, cogidos de la mano. Cuando casi está terminando esta introducción, un cantor dice Adentro para que los bailadores comiencen la danza. Estando a punto de terminar la segunda estrofa para pasar al estribillo, el cantor suele decir A la vuelta. Y antes de terminar, el cantor avisa con un Bueno, Se acaba o una indicación parecida. 

  Las indicaciones de la segunda parte son exactamente iguales: Se va la segunda, Adentro, A la vuelta, y Bueno o Se acaba.

   El baile es más rápido o más lento según se trate de una zamba alegre, una zamba carpera o  una zamba más sentimental. 

   Mención aparte merece el prodigioso juego de pañuelos que los bailadores van haciendo en el aire todo el tiempo. Cada bailador coge un pañuelo blanco, no muy corto, y por una de sus puntas se lo dobla un poco alrededor del dedo corazón y, al mover la mano los pañuelos hacen como un ocho en el aire. Pero los juegos de seducción y sensualidad de los pañuelos merecen muchas visitas y estudios más. 

   Hay que reconocer que esta gente vale un metal muy valioso que ellos llaman argenta.  Estábamos pensando regalarles de recuerdo el MILEI y el PERON, pero decidimos que mejor no, ninguno de los dos.  

  Antes de irnos, quisimos llevar una muestra del líquido llamado vino para analizarlo, y lo pedimos como hay que hacerlo: 

 —Buen día, don Juan, gusto de verlo. Don Juan, quería saber si tiene encerrado en el oscuro vidrio de la damajuana el arisco embarazo de la parra convertido en vino para que se me vuelva la garganta y se me trepe y se me vuelva  canto.

©️Este texto está inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual.

En medio de la hora

La muerte llega en medio de su hora,

avisa un perenquén que trepa

por la tapia del jardín. 

Se derrumban los sombreros viejos

tras máscaras de espina sin coraje.

Desconozco  el sentido de la naturaleza viva,

la modorra que nos mata y la cólera

de esta soledad indolente que se diluye

como una galleta de jengibre.

Paisaje atormentado, una isla en zozobra

entre mareos de grandeza. 

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Con el rostro al viento

El alisio, memoria, 

sin voz adentro, 

amigo de vigilia

en la noche.

Sonríe, 

de mar a mar, 

cuando la lluvia 

besa calas nupciales

mojadas de un deseo, 

al transponer el sol. 

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Sueño distópico

La muerte hace sombra al til, se bebe

la lluvia que el alisio desprecia.

Su gesto de amor incomprendido 

grita entre cuchillos la esperanza, 

no llega, sonríe el infrahumano 

sin alegría. Dibuja un cuerpo

sin mano o maña con la que asirse 

siquiera un instante  desde algún 

remoto mundo emisor de vida

e irreconocibles señales. 

Vida vacua libando tabaibas 

venenosas tras piedras del risco,

desgajadas rocas de basalto 

se despeñan con indiferencia.

Crece la ceguedad en un soplo,

la inexistencia sin emoción

ni algún sentimiento hondo, nada

 que transmitir al mar que se pierde

donde aún no he podido llegar.

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El pino del llano

   —¿Estamos todos ya? Bien, vamos subiendo a la guagua, que el trayecto es largo —les indicó Ayoze, jefe de la tropa esculta que se disponía a pasar un divertido fin de semana en la pequeña laguna artificial rodeada de un hermoso pinar.  

   Tras casi tres horas de difícil camino, el grupo llegó a su destino y se dispuso a montar las casetas e instalaciones imprescindibles para hacer más cómoda la estancia en tan paradisíaco lugar. 

   —¿Se van a quedar asquí? —les preguntó Cristobita, un pastor de la zona que pasaba con sus ovejas por el lugar.

 —Sí, vamos a pasar el fin de semana —respondió Ayoze.

  —Tengan cudiao donde ponen las casetas y por donde se mueven —les previno el pastor.

  —¿Por qué? —inquirió intrigado Ayoze.

   —Yo sólo les digo que no se pongan por  el Llano del Yerbahuerto ni se acerquen a aquel pino que, aunque le dicen Pino Bonito, de bonito no tiene na.

    —Explíquese, hombre…

   —Me tengo que di que se me jase talde. Jáganme caso, jagan lo que les dije. Acuéstensi luego y no se estén alevantando ni separando ni saliendo de las casetas. Y tengan la guagua prepará por si tienen que salí a escape.Que lo pasen bien…

     Procurando no asustar a los pibes, Ayoze dio las instrucciones a seguir para estar todos lo más juntos posible y lejos del enigmático lugar que le había indicado Cristobita.       

     Montaron las tiendas de campaña, cenaron muy pronto, cantaron un poco y se fueron temprano a dormir o, al menos, al interior de sus respectivas casetas. No hubo muchas protestas. Los muchachos estaban cansados del largo viaje. 

   Con la preocupación, Ayoze no pudo pegar ojo. Tras las advertencias del pastor, le entró un reconcomo   que le impedía dormir a pierna suelta. Sus treinta y dos sentidos estaban en alerta. 

  La caída de la noche dejaba ver un maravilloso cielo estrellado, imperceptible en la ciudad por la contaminación lumínica y, vamos a decirlo todo, por el nulo hábito de los urbanitas de mirar al cielo, y menos aún de noche. Sin embargo, las grandes agencias aeroespaciales, astrofísicas y meteorológicas sí que eran, son,  conscientes de la extraordinaria calidad de aquel cielo. 

     Se trataba, se trata, de una constante del lugar: la gente de fuera conocía, conoce, mucho mejor los tesoros que se esconden en el lugar que los propios lugareños, en su mayoría completos analfabetos de su propia geografía, historia y cultura. 

   Hacia la medianoche, los propios muchachos empezaron a captar un cierto olor a quemado raro y los lejanos quejidos de una niña. 

   —¡Ayoze, hay un incendio y una piba se está quemando! ¡Vamos a ayudarla y nos largamos! —gritó por lo bajo Iballa. 

    —Escuchen, alguien la está llamando de muy lejos. Parece que se llama Casandra —dijo Airam.

  —Como mi seño de Lengua, la que hace décimas espinelas con Yeray Rodríguez —apostilló Cathaysa. 

     —A ver si va a ser tu profe —comentó Abián.

     —¡No seas tolete! ¿Cómo va a ser mi seño? —le corrigió molesta Cathaysa. 

  —Pues igual es el argentino aquel que vino a hablarnos de Lugares prohibidos. Como decía que se le prende fuego el pelo cuando algo le gusta mucho… —bromeó  Abián provocando el cachondeo casi general que alivió muy momentáneamente  la tensión. 

   —¡Silencio! Tranquilos, no salgan, no hablen, no se muevan. Quédense tranquilos en sus tiendas, que parezca que no haya nadie —les ordenó Ayoze en voz baja que, en ese momento, recordó una vieja historia que le habían contado.

  —Chacho, Ayoze, nos estás asustando, viejo —le contestó Ancor, asintiendo  Idaira. 

   —Tranquilos que esto se acaba dentro de un rato. Es un efecto extraño del alisio terral nocturno que…

   —Ayoze —lo interrumpió Romén—, ¿tú te crees que somos comemierdas o qué? Ahí fuera está pasando algo extraño y no es el viento. Huele a chamuscado raro y se oye a una piba, que debe ser la tal Casandra,  llorando y gritando.

   —A ver… En otro tiempo, la situación de la mujer era mucho peor que hoy, por lo que era presa fácil para echarle la culpa cuando algo iba mal. Se le acusaba de bruja, se le quemaba en la hoguera, y la gente pensaba que así se resolvía el problema. O si tenía hijos fuera del matrimonio, la familia podía castigarla con tanta crueldad como fuera capaz…  Venga, vamos a intentar descansar y mañana les cuento el resto de lo que he oído —les rogó Ayoze. 

   El grupo obedeció las indicaciones de Ayoze y se hizo el silencio. Todos iban a intentar descansar. Pero pasados unos minutos… 

   —¡Ayoze! ¡Ayoze! ¡Escucha los pasos! ¡El llanto de la piba se oye cada vez más cerca! —gritaron, presos  del pánico, Acerina y Bentagay. 

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El murmullo de la noche

Tantea el soldadito de plomo, 

con su tambor, el tránsito

desde el murmullo de la noche 

a la sonora amanecida, aupada 

a una yegua de crin argento 

enamorada del aire. Mientras, 

en algún confín imaginario, 

duermo en un arrorró de luz. 

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Bajo el cielo de marzo

Me asalta la duda, amiga fiel, 

si el frío del alma va a devorar 

el fuego que brota de la tierra 

y sus entrañas, o va a quedarse 

bajo el cielo de marzo, 

como fantasmal sombra 

en equívoco sutil. 

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