Qué enigmático vínculo nos une
a mí, la guerra, y a ti, la belleza.
El extraño encanto de la destrucción
y de la muerte, quizás.
Nuestros frutos, las pasiones, que ciegan la razón
y rinden la voluntad de los humanos:
el amor, el terror, la armonía,
el miedo a amar y a ser amado.
La incontrolable fuerza de nuestro deseo,
amada mía, traspasa el tiempo, el espacio,
el Olimpo y las galerías de arte.
Golpeo mi escudo con la espada
para que me oigas en el universo donde estés,
mi carnal Afrodita de Milo.
Sólo le pido a Zeus que Eros no me sea indiferente
y que tus brazos sostengan mi reposo.
© Este texto está inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual.
Debe estar conectado para enviar un comentario.