Ares y Afrodita de Milo

Qué enigmático vínculo nos une

a mí, la guerra, y a ti, la belleza.

El extraño encanto de la destrucción

y de la muerte, quizás.

Nuestros frutos, las pasiones, que ciegan la razón

y rinden la voluntad de los humanos:

el amor, el terror, la armonía,

el miedo a amar y a ser amado.

La incontrolable fuerza de nuestro deseo,

amada mía, traspasa el tiempo, el espacio,

el Olimpo y las galerías de arte.

Golpeo mi escudo con la espada

para que me oigas en el universo donde estés,

mi carnal Afrodita de Milo.

Sólo le pido a Zeus que Eros no me sea indiferente

y que tus brazos sostengan mi reposo.

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Recorren esos ruidos

Recorren esos ruidos

el espacio desafiando al vacío.

Allí, nadie podrá escuchar tu clamor

pero sí esas rebeldes

vibraciones sonoras, ondas

que no precisan de intermediarios

para viajar.

Atentos los oídos a los susurros libres

que vienen de lo infinito.

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Y cuando desperté

Y cuando desperté,

Melpomene estaba allí,

junto a la cama, de pie,

reprochándome

tantas fingidas tragedias

para pergeñar versos

y su fundada sospecha

de mi verdadero amor

por Thalía.

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